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La historia tras una mazamorra

Alhely Centurión

26 de febrero del 2020 llega a Lima el primer turista infectado a Perú, aún nadie lo sabía. Este virus ha afectado a muchos, pero sobre todo a las personas que viven del día. Faustina Tocto una madre y vendedora ambulante no esperaba que un virus haría cerrar el colegio en el que vendía y tendría que ‘recursarse’.


Los noticieros informaban que, en una ciudad de china, un virus desconocido estaba cobrando las vidas de miles de personas. Sin embargo, la seguridad de encontrarnos muy lejos de la cuna de infección nos mantenía confiados, sin saber que desde el 26 de febrero ya estaba entre nosotros el primer infectado.


Faustina Tocto Severino, una madre de 66 años, en la ciudad de Chiclayo se dedicaba a la preparación de deliciosas mazamorras, gelatinas y chifles que luego vendía a los colegiales de la institución educativa “La Anunciata” en José Leonardo Ortiz.


Clavo de dolor

Faustina Tocto la noche del 1 de marzo preparaba en una deliciosa mazamorra que la mañana siguiente los estudiantes degustarían. Como de costumbre, toda la casa se llenaba del riquísimo aroma que deja el clavo de olor y la piña del postre que se cocinaba.


El lunes 2 de marzo Faustina Tocto vendió con éxito todas sus mazamorras, con las ganancias de ello, mantiene a su hijo de 13 años y ahorra para pagar la construcción de su casa que dos años atrás el fenómeno del niño había derrumbado cuando era de abobe y calamina. Ella no esperaba que dos semanas después un virus del otro lado del mundo llegaría y le quitaría su único ingreso económico.


Pasión perdida

El lunes 16 de marzo el expresidente Martin Vizcarra anunció que el Perú entraba en estado de emergencia y por lo tanto todos debían seguir un aislamiento obligatorio. El colegio en el cual vendía Faustina Severino cerró, pues ahora los alumnos llevaban clases virtuales y ya no había quien comprara los postres y bebidas que vendía. Faustina se sintió preocupada, ¿qué hará ahora? Sin salir de casa, ¿cómo podría proveer para su familia?


Faustina se puso en marcha desde el primer día, decidió volver a la venta por catálogo, pero eso no sería suficiente para sustentarse. Con mucho esfuerzo tuvo que dedicarse al reciclaje, con el peligro que significaba salir al exterior. Diariamente ella recorría las calles de El Obelisco, Carlos Stein y aledaños, recogiendo las botellas, cartones y plásticos que pudieran venderse para tener dinero que llevar a casa.


Actualmente, con la disminución de restricciones, Faustina ha vuelto a vender comida, pero ha sacado de su menú las mazamorras y gelatinas. Ahora vende chifles que empaqueta en casa con todas las medidas de seguridad. Ella espera que pronto el virus acabé y los niños vuelvan a la escuela, para entonces volver a vender deliciosas mazamorras a sus clientes número uno.



 
 

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