Heladeros de carretilla, ¿quién en su rutina diaria no se ha topado con uno?, para muchos los salvavidas del verano. Edgar Vásquez Ruiz recorre las calles de Chiclayo vendiendo helados desde hace seis años, pedaleando su carretilla todo el día; su ruta empezaba en la cuadra uno de la avenida Miguel Grau hasta la Av. Balta y Leguía en José Leonardo Ortiz. Junto a su mujer podían mantener a sus hijos hasta que en un abrir y cerrar de ojos todo se vino abajo.
Un virus extraño llego a impactar todo el país, y sin conocer a nadie, trajo miseria a miles de vendedores ambulantes, siendo uno de los más afectados, los heladeros de carretilla. Antes de la actual realidad, Edgar salía desde tempranas horas del día, directo a recoger su carretilla en el almacén, lo rellenaba y se ponía en marcha. Regresaba a casa a las siete de la noche sin sentir sus piernas por pedalear las largas calles y avenidas de Chiclayo.
El 16 de marzo, cuando el ex presidente Martin Vizcarra anunciaba el inicio de la cuarentena, Edgar se encontraba trabajando en las calles, sin saber que al regresar a su casa su esposa lo esperaba con una noticia que le quitaría el sueño por las noches.
Con lo que vendió ese día, tenía en su bolsillo lo que alimentaría a su familia los siguientes tres días. Su preocupación empezó, pues vender sus helados era su ingreso fijo y el fin de esta crisis no estaba en el panorama.
Sus números uno
De lunes a viernes en la avenida Miguel Grau 1132, exactamente la salida del colegio Santa María Reina, era una de sus infaltables paradas. El timbre de salida sonaba a las 2:45 y Edgar estaba listo para hacer su máxima ganancia del día, las niñas salían y no dudaban en voltear a ver a sus padres para que les compren uno que otro heladito.
De los seis años en el mismo trabajo, se pasó cinco a fuera del Reina, con decir le compraban hasta los profesores. Lo recuerda con una mirada melancólica pues para él fueron sus mejores años; ahora la realidad es otra, los colegios cerraron y su parada estrella está vacía, pero para él, las niñas del reina siempre serán sus clientes número uno.
Reinventarse y para adelante.
Los tres días que tenía para comer pasaron más rápido que nunca, ¿qué podía hacer Edgar? El Covid estaba en su pico más alto, marzo se veía interminable y nadie en su sano juicio iba a comprar helados de carretilla, pues el miedo a contagiarse era más fuerte que el deseo.
Con las ganas de salir adelante en la mente, Edgar decidió invertir los ahorros de su esposa, y es así como adquirió diez cajas de mascarillas, guantes y botellas de alcohol, para luego venderlo a las afueras del supermercado Tottus, en la avenida Garcilaso de la Vega. Recuperando su capital y ganando el doble de lo invertido, es como Edgar pudo mantener a su familia durante los meses de encierro.
Ahora con la llegada de diciembre y los primeros rayos de sol veraniegos, Edgar ha vuelto a tomar las calles con su bocina fiel y sus imparables pedales, satisfaciendo así a miles de chiclayanos sedientos en las interminables colas bancarias en el centro de la ciudad. Sin duda el peruano no conquista el mundo, porque no quiere, ya que la habilidad y destreza las tienen de sobra.

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